Pude alimentarme
de las rocas
más blandas que vi
de las que
llevan color piel,
piel humana,
pálida a veces
de esas
rocas más blandas que vi.
La saqué
de la tierra
como exhumar
un muerto
como el
perro que escondió su hueso
para luego
sacarlo escarbando;
la saqué,
de ese mar petrificado
con mis
manos desgarrando la tierra,
sin herirla.
Pude alimentarme
de las rocas
mas blandas que vi
de las que
llevan color piel,
de esas
rocas que de sus ojos
les nacen
corales violáceos
como coronas
de puntas deformes y violáceos
de esas
rocas mas blandas que vi.
La saqué
de la tierra
y aún palpitaba
sin defenderse
no me hablaba,
no lloraba
no vi ningún
gesto de vida allí dentro
pero vivía
la saqué
de ese oscuro apretado
con mis
manos
sin herirla.
Pude alimentarme
de las rocas
mas blandas que vi
no lo hice
vi su sangre
blanca
en mis manos
cuajarse.
¿Qué había
hecho?
aún palpitaba
sin defenderse
no lloraba,
no gritaba
y el único
gesto de vida que vi
fue su sangre
blanca
correr por
mis manos y cuajarse.
La saqué
de la tierra,
rasgué su
piel ajada
mutilé sus
coronas de puntas deformes,
cegué sus
ojos cercenando todo
hasta herirla.
Pude alimentarme
de las rocas
mas blandas que vi
no lo hice
no había
mas gestos de vida
solo su
blanca sangre
endureció
mis manos
secas mis
manos
secas.
La saqué
de la tierra
y no huyó
de mis manos;
no hay lamentos
ni sangre viva,
y allí está
en un lugar
extraño para ella,
no se mueve
no dice
nada
la patata
sagrada.